Hay algo.
Hay algo que anhelo.
Hay algo que anhelo en el viento, en cómo golpea las hojas de los árboles, en cómo hace bailar a las bandadas de pájaros pasando por sus plumas.
Hay algo en la lluvia, en las nubes,
que corren desenfadadas hacia el fin, deshaciéndose y desangrando vida líquida a su paso paciente.
Hay algo en el barro, que chapotea y se riega por donde le place, sin conocer destino, sin tener lugar ni hogar.
Hay algo en los hongos, en los musgos, en las jaras, en las encinas. Hay algo en todo lo viviente, pacífico.
En todo lo viviente, estático y cambiante, inmóvil y transversal.Observan sin apuro, con cautela, en silencio.
Todos empapados de barro, bañados de lluvia, mecidos por el viento. Todos esperando a nada, sin propósito.
Hay algo.
Hay algo que anhelo.
Anhelo mi humanidad, mi naturaleza, mis instintos. Anhelo el mundo real, anhelo un “te quiero”. Anhelo lo que no conozco, anhelo lo que nunca he visto.
Prisión de roca sintética, ¿no te he dado suficiente?Cordura irreal, luces, ruido, bullicio. Estímulos, estímulos, más estímulos. ¿¡Qué te queda por matar!? ¡No queda nada por morir!
Ahora soy yo, también, conglomerado de roca sintética cautiva; fría, inerte, sin sentidos. Anhelo el corazón de la Tierra, mi tierra, mi casa, mi templo.
Prisión de roca sintética, ten piedad, por favor. Perdón por la insensatez, perdón por el reproche.
Déjame salir, deja que me inunde en mí.
Foto por Alejandro García Rodriguez
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