Sí, era uno de esos días.
No fui yo quien lo vio pero si seré quien lo cuente. Me lo dijo una amiga del hermano del cuñado de su prima. Me voy a tomar la libertad de contar la historia como yo me la imagino. Total, la versión que me llegó a mí resultaría igual de verosímil.
Un día, a un ángel se le encomendó la ardua tarea de hacerle llegar a su majestad una pluma. La mas exquisita, exótica y singular pluma que jamás se había visto por esas tierras. La quería para hacerla decorar un prendedor, como Margarita Debayle en los poemas de Ruben Darío. El ángel atravesó tierra, mar y aire. Pasó por las selvas más perdidas y por los desiertos más inmensos. Todo para hacerle llegar a su majestad esa exquisita pluma.

Al llegar, su majestad quedó tan fascinada que, con gran avaricia, le pidió insistentemente que le trajera más. Quería que su cama estuviera hecha única y exclusivamente de esas exóticas plumas. Fue palpar su suavidad y quitársele de la cabeza la idea del prendedor.
El ángel reunió a los mejores de los ángeles de aquí y de allá. Les pidió ayuda a los elfos, que estaban poco ocupados después de que acabara la época de recolección. También a las hadas y a las sirenas para cubrir así más terreno. Consiguieron, entre todos y con mucho trabajo, llenar un saco gigante que el ángel al que primero se le ordenó esta labor debería entregar a los manufactureros de palacio.

Nuestro mensajero emprendió, entonces, su viaje. Mientras volaba hacia su destino, un ejército de aves comenzó a perseguirle interceptando su cometido. Era el pueblo perdido de los fénix, a los que pertenecían todas esas singulares plumas. En la Guerra de los Nueve Mil Segundos (cuando estos intentaban dominar el multiverso con su tiranía) los fénix fueron derrotados, se creían extintos. Parece ser que las plumas de estas aves pueden, a través de rituales que sólo ellos conocen, dar vida a un nuevo ser. Este sería el fin de nuestro personaje.
Al ver que las plumas no llegaban a palacio, su majestad repitió el proceso una y otra vez, pero el cargamento seguía desapareciendo. En el momento que mandó el mensaje número ocho mil novecientos noventa y nueve reclamó a todo el reino sus plumas. Así, todo el reino, fue a buscarlas y comenzó la II Guerra de los Nueve Mil Segundos.

No contaré la batalla, no soy una persona a la que le guste la violencia, por eso, llegaré al final de una vez por todas.
El pueblo de los fénix volvió a ser derrotado y todos los sacos de pluma que habían sido enviados a palacio sin éxito, cayeron desde el pueblo de los fénix, situado en las nubes (Latitud: 37.9775, Longitud: -0.683227 37° 58′ 39″ Norte, 0° 40′ 60″ Oeste). Su majestad decidió dejar como muestra de agradecimiento los sacos de plumas en esa localidad (menos el suyo) y así dejar algo para conmemorar la gran victoria de la II Guerra de los Nueve Mil Segundos.
Sé que es difícil de creer, pero la versión que me contaron a mí tampoco era muy diferente.
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