Acabo de recordarte. Así. De repente. Sin avisar. Hacía tiempo que no te pensaba. Estaba haciéndome un té, me ha venido a la cabeza la imagen de tu mano. Mueve la bolsita, la mueve arriba y abajo. Huesuda, perfecta, tu mano.

Yo, en tu cama. Veo Steven Universe. Tú, de pié. Traes el té que me has preparado. Te has parado al lado de la cama mientras mueves la bolsita, arriba y abajo.
La taza me quema las palmas de las manos. La dejo en la repisa, encima del radiador, la que está en la ventana, a mi lado de la cama. Afuera hace frío, la repisa está mojada, el vaho se acumula y gotea.
Tú te tumbas en mi pecho. Mi mano derecha te acaricia el pelo, la izquierda te dibuja ondas en la espalda, con mucho cuidado. Te beso la frente de vez en cuando, cuando recuerdo la suerte que tengo porque confías en mi pecho para sostenerte, solo en mi pecho.

Nunca sabré si sentiste lo que yo sentí, siempre fuiste un misterio para mí. Tu alma era borrosa, no me dejaba ver tu corazón. Ya de nada sirve cuestionar, intentar darle respuesta a preguntas que ya no me quitan el sueño.
Ojalá estés bien, pero no mejor de lo que estabas cuando estabas en mi pecho. Soy egoísta, lo admito. Una parte de mí desearía ser agua, aire para ti, que no puedas vivir sin mí. Sí, soy egoísta, no quiero que estés en el pecho de nadie más, solo el mío, solo el mío puede sostenerte. No es verdad, pero no me culpes por desearlo así.
Comments