Todo es intangible. Nuestro conocimiento se limita a todo aquello para lo que hemos inventado un nombre.
Me encanta como nada define nada, me encanta como todo es intangible.
¿Qué sabemos realmente de nuestro vocabulario? No existe algo tal como un lenguaje universal que cualquier persona del globo pueda entender. Lo que existe en español, no existe en otra lengua y ni si quiera todos los hispanohablantes utilizamos el mismo idioma. Lo que en Madrid define algo concreto, en Caracas pierde el sentido completamente.
Al igual que términos como "entropía" o "transmutación" son básicos para un estudioso de la física cuántica, pero para aquel campesino de un país aún en vías de desarrollo que nunca en su vida ha tocado un libro porque su padre no le permitió aprender a leer no significan absolutamente nada.
¿Realmente nos llegaremos a entender en algún momento? Y si lo hacemos, ¿hasta qué punto sería capaz de llegar nuestra empatía?
La realidad no es real, es la interpretación que hace nuestro cerebro basada en datos referentes a los sentidos, las experiencias y el aprendizaje. Nuestro cuerpo posee más conexiones neuronales que estrellas podemos observar en el firmamento. ¿Acaso pretendemos entender todos lo mismo de la misma manera? Es estadísticamente imposible.
En el mundo en el que vivimos le damos una gran importancia a las cosas pseudoverosímiles y nos hemos olvidado de que todo eso que creemos real, lo hemos inventado nosotros. Hemos olvidado los instintos, la naturaleza, los sentimientos. Todo eso que no somos capaces de definir con palabras es más real que cualquier otra cosa. Es lo que nos hace humanos, lo único que realmente tenemos en común con nuestros ancestros. Con todos ellos.
Todos somos todo, las células que hoy componen mi cuerpo y el tuyo un día fueron árboles, o insectos, o dinosaurios. Es un ciclo. Desde mi punto de vista, sería más creíble que el conocimiento viniera intrínseco en todos esos componentes, en todo lo que han viajado y, de hecho, una parte de mí asume que es verdad. Pero parece ser que hemos decidido basar nuestra percepción en la reducida visión antropocentrista, mirando siempre por encima del hombro y desde el ego a la vida y a la muerte, como si supiéramos más que la propia existencia.
Me encanta que todo sea intangible porque significa que, sin darnos cuenta, estamos un paso más cerca de volver a cuando éramos humanos. A cuando no ponerle nombre a las cosas no impedía que existieran.
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