Tengo mucha suerte de estar viva. Hoy estoy más agradecida de lo normal de estar viva. Todo se siente bien, sigue habiendo conflictos dentro de mí pero hoy se aclaran. Hoy veo luz, aunque todo esté nevado y aunque el sol se ponga en unas horas.
He aprovechado para escribir ahora porque muchas veces se me olvida escribir las cosas que me dan paz. Merezco disfrutar mi paz, esa que tanto he trabajado y sigo trabajando día a día. Algunos días siguen siendo muy duros.
Me he dado cuenta de que en casa no soy muy feliz, no puedo ser yo, estoy siempre alerta. Le pido al cielo que cuando vuelva me permita ser yo, me permita estar lo suficientemente sanada para estar presente, para no abandonarme, para cuidarme.
La soledad me sigue persiguiendo. Cada vez tiene menos influencia sobre mí. Mis miedos se disipan, me mantengo firme y me elijo a mí y a mi bienestar. La soledad, aún así, a veces me pilla y me invade y me hace tomar decisiones que no me protegen, que me hieren.
Me lleva a los brazos de hombres en los que llorar, hombres que no entienden mi pena y mucho menos mi esencia. Hombres que me dañan y que me duelen, que no me ven como soy.
Me perdono por caer en sus brazos de vez en cuando, no son tan malos sus brazos ni mucho menos sus intenciones. A veces está bien volver a intentarlo, tener fé. Otras veces eso mata.
Normalmente la soledad es la que me lleva a sus brazos y, aunque sus brazos saben cuidarme, sus ojos no saben verme, sus oídos no saben escucharme y sus labios callan, callan porque no tienen nada que decir, no tienen nada que decirme a mí sobre mí. ¿Quién puede culparlos? ¿Cómo pedirles que entiendan a alguien a quién desconocen?
No entienden mi bondad, mi honestidad, mi transparencia, mi confianza, mi fé, mi perseverancia, mi inteligencia, mi vulnerabilidad, mis miedos, mis llantos, mis gritos, mi rabia, mi inseguridad; mi luz, mi oscuridad.
Para ellos solo soy carne, nada más. Carne que les sacia, carne suya, carne que tienen, que les pertenece, carne insensible, carne muerta incapaz de sentir sus cortes.
Tengo que dejar de acudir a ellos cuando estoy sola, no quiero ser solo carne, no quiero ser solo un disfrute o un placer para los sentidos de otro, quiero sentir sus sentidos a través de los míos, pero nunca he encontrado un hombre que entienda mis sentidos ni mucho menos que entienda que SÍ siento, que no estoy muerta, que no soy de plástico.
Tengo que empezar a refugiarme en las que sí me ven: mis amigas, mi prima, mi hermana; mi familia. Ellas lloran mis lágrimas, las saborean conmigo y las sienten correr también sobre su piel. Escuchan mis sollozos y yo escucho los suyos y abrazo sus abrazos y me dicen que estoy guapa y gritan mi rabia y ríen mi felicidad y ya no estoy sola y nada ni nadie daña ni duele. Solo pureza, solo humanidad, solo compañía.
Hoy más que ningún otro día me he levantado con gratitud, sobre todo hacia las mujeres que han estado para mí siempre y las que están ahora y las que todavía no conozco. Al contrario de lo que pueda pareces en mis escritos, soy una mujer a la que se le complica la tarea de expresar lo que siente por otras personas, por eso aprovecho este texto para daros las gracias. En especial y, como no podía ser de otra manera, a mi hermana.
Gracias por dormir conmigo, gracias por dejarme tu ropa cuando me sentía fea con la mía, gracias por hacer videollamadas conmigo aunque las odies, gracias por todo el tiempo que hemos pasado juntas aunque ahora no podamos estarlo, gracias por hacer galletas y manualidades conmigo aunque sé que no te gusta, gracias por desenpolvar tu saxo para hacer jam sessions juntas, gracias por hacerme un macha latte cada vez que tú te haces uno, gracias por bailar conmigo en las fiestas, gracias por acompañarme a mi bar favorito aunque no sea el tuyo, gracias por todas las cartas y dibujos hechos a mano y con amor que recibo todos mis cumpleaños, gracias por apreciarme y hacerme sentir que soy especial, gracias por decir "te quiero" cada vez que cuelgas el teléfono o te vas.
Podría llenar esta libreta con cosas que le agradezco a mi hermana. Es la persona que más quiero en este mundo y me duele todos los días que ya no estoy viviendo con ella. Me alegra mucho que haya encontrado su camino, es lo que más feliz me hace en este mundo, le deseo lo mejor. Por fin está empezando a ver en ella todo lo que le llevo diciendo que tiene toda su vida. Estoy agradecida a la vida por tenerla, más agradecida que por mi propia vida.
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